¡Un saludo a todos ustedes en el día de la Fiesta de San Cosme y San Damián! Qué maravilloso poder celebrar a estos dos hermanos que humildemente siguieron a Cristo, sirviendo al pueblo de Dios en la profesión elegida por ellos desinteresadamente, sirviendo como médicos que a menudo ni siquiera aceptaban pago por sus servicios; se les conocía como "Los sin plata" debido a esta práctica.
Me admiro ante la humildad que se necesita para no aceptar una compensación por el trabajo que uno hace, ya sea en forma de dinero, cumplidos, reconocimiento, o gratitud ... ¿Y si pudiera dar de mí –a mi marido, a mis hijos, a mis alumnos, a mis amigos, a mis feligreses, a extraños– y nunca me preguntara "¿Y cómo me voy a beneficiar?" ¿Qué pasaría si todos pudiéramos hacer eso?
En su Carta a los Filipenses, San Pablo nos da un ejemplo a seguir:
"No hagan nada por rivalidad o vanagloria; sean, por el contrario, humildes y consideren a los demás superiores a ustedes mismos. Que no busque cada uno su propio interés, sino el de los demás. Tengan, pues, los sentimientos que corresponden a quienes están unidos a Cristo Jesús" Filipenses 2, 3-5.
¡Los mismos sentimientos de Jesús! Él era Dios y sin embargo ¡no insistió en ser tratado como Dios! Humildemente se hizo uno de nosotros, pero su humildad no se detuvo allí. Él aceptó la muerte ⎯-¡la más humillante de las muertes: la crucifixión!
Bueno, está muy claro que yo no soy Dios, y lo más probable es que nunca me voy a enfrentar a la crucifixión, pero puedo empezar a imitar a mi Señor en la forma en que un niño imita a su padre: probándose sus zapatos, imitando su voz, pretendiendo trabajar "como Papi". Los zapatos de Jesús son bastante difícil de llenar, pero eso no me debería impedir probármelos, caminando humildemente a su lado o incluso detrás de mis hermanos y hermanas, considerándolos como más importantes que yo. Ni siquiera hablo los mismos idiomas que Jesús hablaba cuando estuvo en la tierra, pero aún así he de hablar con su voz de amor y perdón. Y el "trabajo" que yo haga, ya sea que me paguen o no, debo hacerlo imitando a mi "papi," mi "Abba", dando generosamente a todos, bendiciendo abundantemente a aquellos que "se lo merecen" igual que a los que "no se lo merecen"; a los que me lo agradecerán así como a los que no me lo agradecerán. A nuestro Padre celestial le encanta que lo imitemos.
Que todos podamos seguir creciendo en la virtud de la humildad, a imitación de los santos y de nuestro Señor Jesucristo.
San Cosme y San Damián, rueguen por nosotros.