Queridos amigos,
Aquí estamos justo a la mitad de la Octava de Navidad, celebrando aún el gran día que acaba de pasar. Este Domingo nos centramos en la Sagrada Familia. Esta es una oportunidad maravillosa de ver la Sagrada Familia como modelo para nuestra familia. ¿Cómo pueden nuestras familias ser más como la Sagrada Familia? Tómense algun tiempo para hacerse esta pregunta en oración. Muchos huyen del tema diciendo "Nosotros no somos la Sagrada Familia". Por supuesto que no lo son, pero pueden llegar a ser más y más como ellos a medida que aprenden de ellos. ¿Cuánto han ustedes hablado con ellos? Que Jesús, María y José los guíen en esta jornada. Es difícil saber cómo podría haber sido aquella época, pero no ha de haber sido muy diferente que ahora. La naturaleza humana es la naturaleza humana y seguro tenían muchos de los mismos problemas que nosotros. Sin embargo, tenían una gracia extraordinaria para lidiar con los problemas de cada día. Tenían a Emmanuel, Jesús, Dios con ellos. Igual nosotros; tenemos a Jesús con nosotros, en cuerpo y sangre, alma y divinidad, en el Santísimo Sacramento del altar. Tenemos a Jesús con nosotros en la Eucaristía y en todos los Sacramentos que Él nos dio en su Iglesia como signos de su amor. La presencia de Jesús en la vida de María y José les ayudó a amar al Señor con todo su corazón, con toda su mente y con todas sus fuerzas, porque Él estaba allí con ellos. Ellos fueron capaces de enfocarse en hacer la voluntad de Dios, porque ahí estaba Él en medio de ellos.
¿Qué tenían ellos para guiarlos mientras criaban a Jesús? La fe era su guía. Igual es para nosotros. La fe es nuestra guía en medio de un mundo hostil y a veces agobiante. La fe es nuestra guía a través de las luchas. Dios con nosotros, Emmanuel, es nuestro consuelo en la jornada. Al reconocer su presencia cada vez más, es más fácil enfocarse en Él y tratar de hacer su voluntad. Como he oído al Arzobispo Sheen decir una vez: "Si les pregunto sobre la Encarnación, muchos de ustedes apuntarán a la Navidad como un acontecimiento que ha sucedido en el pasado y se ha terminado". La Encarnación no ha terminado, sino que siempre está ocurriendo en nuestras vidas al hacer presente a Jesús. La Eucaristía es el lugar donde esto sucede para nosotros en la Iglesia y al recibirlo, nos convertimos en lo que recibimos, si creemos. Este es un misterio impresionante y se hace más y más real a medida que ponemos nuestra confianza en Él. María y José confiaron en Dios con todo su corazón y por ello se les concedió el gran don de ser los padres de Jesús. Poniendo toda nuestra confianza en Él nosotros también recibiremos el gran don de reconocer su presencia en nuestras vidas, en nuestras familias, en nuestro mundo.