Mis queridos hermanos y hermanas en Cristo,
Como ustedes saben, todos tenemos buenos ratos y también ratos malos. Este año para mí empezó diferente a otros. Tuve una gripe muy mala justo después de Navidad, que me duró casi una semana. Lo bueno fue que pude salir a descansar por casi una semana. Poder salir de nuestra rutina diaria durante una semana o dos es algo muy importante para nosotros, especialmente para un sacerdote. Siguiendo el ejemplo de Jesús, nuestro mejor maestro y modelo, que a menudo buscaba un lugar tranquilo para orar a su Padre, cada año, tras la celebración de Navidad y Año Nuevo, mi sociedad religiosa tiene un retiro anual al que la mayoría de sus miembros estamos obligados a asistir. Es una buena oportunidad para recargar nuestras baterías y nuestra fuerza para la vida comunitaria. Así que tuve la oportunidad de renovar mi energía interior y mi relación con Dios de una manera especial. Sentí que podría vivir mi vocación libre y feliz. Algunos jóvenes pueden pensar que vivimos una vida muy dura, ya que tenemos que permanecer solteros y vivir una vida solitaria casi todo el tiempo. La verdad es que somos realmente libres y vivimos una vida saludable y feliz. Libres porque no tenemos realmente una familia y felices porque trabajamos y vivimos la mayor parte de nuestra vida junto a la iglesia y tenemos más tiempo para orar y estar cerca de la presencia del Señor en el Sacramento de la Santa Eucaristía. Sin duda, sólo Dios puede liberarnos de la esclavitud de los pecados y satisfacer nuestros deseos, así que tenemos que estar cerca de Él.
Después del retiro, también tuve la oportunidad de asistir a una breve y dulce reunión con mis compañeros de la preparatoria en Vietnam, de la clase de 1995. Fue nuestra primera reunión en los Estados Unidos, después de 20 años de la graduación. Estábamos muy contentos de poder organizar un evento en el que 10 compañeros que vivimos en este país, pudimos reunirnos en el mismo lugar por un par de días, por primera vez. Estaba un poco sorprendido al principio porque el tiempo pasa muy rápido, todos cambiamos y todos hemos envejecido. Al principio no los reconocí. Por supuesto, todos nos vemos mucho más viejos y diferentes que hace veinte años.
Lo bueno de nuestra clase es que todos venimos del mismo pueblo y de la misma parroquia en Vietnam. Dos de nosotros somos sacerdotes. La mayoría de nuestros padres también viven aquí con nosotros. Por otro lado, la mayoría de mis otros amigos son ahora dueños o empleados en salones de manicure. Este tipo de trabajo o negocio es un duro trabajo para ellos por el olor de los productos químicos o por ser como esclavos de los demás. Pero es mucho más fácil conseguir este tipo de trabajo y el costo para iniciar este negocio no es muy caro. A lo largo de los tres días de la reunión de la clase, he aprendido que para poder vivir en este país, mis amigos y nuestros padres tuvieron que pagar un gran precio para poder tener libertad y oportunidad de cumplir nuestras esperanzas y nuestros sueños. También aprendí que todos tenemos muchas cosas en común cuando llegamos a este país por primera vez. La mayoría de nosotros tuvimos que dejar atrás nuestros familiares, nuestros hogares y a veces nuestras carreras y tuvimos que aprender muchas cosas nuevas. Por ejemplo, cuando trabajaba en un restaurante, me dijeron que tirara toda la comida que sobró. Al principio me sentí culpable por hacer esto, pero más tarde aprendí que un cliente merece comer un platillo fresco, puesto que por eso está pagando. Aunque lo entendí, fue una lección difícil para mí porque siempre pensaba en las personas que en muchas partes del mundo se van a dormir con el estómago vacío. Por lo tanto, no fue fácil para nosotros al principio adaptarnos en poco tiempo al nuevo ambiente y la cultura. Así que los Estados Unidos todavía no son el cielo para nosotros, aunque habíamos oído que era como un paraíso. Pero al pisar esta tierra de "libertad", nos enteramos de que no somos realmente libres, a menos que observemos las leyes y paguemos las deudas a tiempo.
Mis queridos amigos, la felicidad y la libertad son las cosas más importantes que todos deseamos en nuestras vidas. No importa la edad, la raza o la cultura, o si pensamos o vivimos nuestra vida de manera diferente a los demás, Al final todos esperamos y anhelamos una vida libre y feliz. Comparto con ustedes una parte de mi vida para hacerles saber que esos inmigrantes en este país pasan por muchas dificultades al principio, cuando apenas se establecen aquí. Pero siendo constantes en sus estudios y mediante su duro trabajo están triunfando en muchos aspectos, tanto física como espiritualmente.
Me encantaría volver a ver a mis amigos, tal vez en la reunión de los 25 años o la boda de alguno de sus hijos. Rezo por ellos casi cada semana y comparto con ellos que nosotros no somos realmente libres y felices en esta vida. Nuestra vida aquí es como un papalote en el cielo. Volamos libremente en este hermoso mundo cuando permanecemos conectados con el Señor, cumpliendo sus mandamientos y las leyes del país. En el momento que nos apartamos de Dios y de la sociedad, nos estrellamos. Así que rezo para que ustedes y yo continuemos haciendo nuestro mejor esfuerzo para estar conectados al amor y la protección de Dios y nuestras familias. Respetemos las leyes de Dios y las leyes humanas, para que vivamos una vida feliz no solo en este mundo, sino que también en la otra vida.