Los padres responsables están abiertos a la vida.
Monseñor J. Peter Sartain
En una cita muy mencionada y también frecuentemente mal entendida de la carta a los Efesios, San Pablo comienza un pasaje sobre las esposas y esposos con estas palabras: sométanse unos a otros a otros en el temor de Cristo (Efesios 5:21y siguientes). A finales del siglo IV, San Juan Crisóstomo sugirió a los jóvenes esposos decir a sus esposas:
Te he tomado en mis brazos, y te amo y te prefiero a mi propia vida. Porque la vida presente no es nada, mi deseo más ardiente es pasarla contigo de tal manera que podamos estar seguros de no estar separados en la vida que nos está reservada... Pongo tu amor por encima de todas las cosas, y nada sería más doloroso o amargo para mí que no tener los mismos pensamientos que tú (Homilía sobre Efesios 20,8).
Juan captó bien la enseñanza de Pablo de que las esposas y los esposos deben estar subordinados unos a otros. En otras palabras, han de considerar como más importante el bien del otro, han de sacrificarse por el otro como Cristo mismo lo ha hecho, y como pareja han de verse a sí mismos como sometidos a Cristo. El concepto de subordinación mutua es una forma de expresar el tipo particular de amor que caracteriza el matrimonio cristiano, que es una unión de amores tan completa que los dos se hacen uno.
En la Iglesia Católica Romana, se entiende normalmente que el esposo y la esposa son ministros de la gracia de Dios y confieren mutuamente el sacramento del matrimonio, declarando su consentimiento ante la Iglesia. Ellos son instrumentos elegidos por Dios en la vida del otro⎯y no sólo el día de la boda, sino hasta que la muerte los separe. Ellos, literalmente, se ayudan uno al otro a llegar al cielo. Más aún, su vocación implica no nada más ser uno solo en su amor mutuo, sino también ser instrumentos de Dios como pareja, y muy especialmente los instrumentos de su poder creativo dando vida a los hijos. Su amor ve más allá de sí mismo y busca crear nuevas vidas.
Estos dos significados o valores del matrimonio cristiano –el unitivo y procreativo–están íntimamente, inseparablemente ligados; no pueden ser separados sin afectar a la vida espiritual de los esposos y poner en peligro su matrimonio y el futuro de su familia. De hecho, si una persona entra en matrimonio con la intención deliberada de excluir a los niños del matrimonio, el consentimiento no es válido. Así como las personas de la Trinidad son fructíferas en el amor mutuo y en la creación, así el amor de los esposos está diseñado para ser fecundo en el amor y su descendencia. Las parejas casadas son cooperadoras del amor de Dios Creador y son, en cierto sentido, sus intérpretes.
Ser cooperadores e intérpretes del amor creador de Dios trae alegrías extraordinarias así como extraordinarias responsabilidades. Una responsabilidad especialmente íntima y personal de cada pareja es tomar decisiones sobre la regulación de los nacimientos. Así como la joya de la creación fue la vida humana, el don supremo del matrimonio es una persona humana, y la vocación de los esposos exige honrar esta capacidad de su amor con especial cuidado.
La Iglesia no enseña que las parejas deben tener un cierto número de hijos, pero sí ofrece enseñanza sobre la paternidad responsable, que se puede resumir en estos cinco puntos:
1. Los esposos y las esposas tienen la responsabilidad de entender y honrar la sabiduría del cuerpo, incluyendo sus procesos biológicos.
2. Los seres humanos comparten ciertos instintos y pasiones, y los cristianos han de custodiarlos y controlarlos a través de la razón y la voluntad.
3. Teniendo en cuenta las condiciones físicas, económicas, psicológicas y sociales de su matrimonio, las parejas ejercen una paternidad responsable por una decisión prudente y generosa de tener una familia numerosa, o por una decisión (por motivos graves y tomada conforme a la ley moral) de evitar un nuevo nacimiento, por el momento, o incluso por un período indefinido.
4. La paternidad responsable tiene sus raíces en la verdad sobre el bien y el mal establecida por Dios, y los esposos tienen la obligación de formar sus conciencias y tomar decisiones de acuerdo con esta verdad. Los esposos y las esposas reconocen sus deberes para con Dios, ellos mismos, su familia y la sociedad, y están llamados a mantener un balance adecuado de prioridades.
5. Ofreciendo su matrimonio en discipulado al Señor Jesús, las parejas no toman decisiones puramente arbitrarias o subjetivas con respecto a ser padres, sino que utilizan la sabiduría de Dios como su guía. Al igual que en todos los demás aspectos de su vida, las parejas cristianas siempre permanecen abiertas a la sabiduría y providencia en relación con la vida familiar, incluyendo el tamaño de su familia en particular. Puesto que Dios los unió y comparte su amor con ellos, él siempre les guiará por los caminos que son mejores para ellos.
Entretejido entre estos aspectos de la paternidad responsable está el entendimiento de que los dos grandes significados o valores del matrimonio –el unitivo y procreativo– nunca se separan. Un amor que es completo y fiel, un amor que no niega nada al otro, permanecerá abierto al plan creador de Dios. Después de todo, es el amor de Dios, antes que nada.
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Mons. J. Peter Sartain es el Arzobispo de Seattle. Este artículo es parte de una serie de seis publicado por primera vez en Arkansas Catholic, una publicación de la Diócesis de Little Rock. NFPP/Conferencia de Obispos Católicos de EE.UU., Washington, DC: USCCB, 2011