Queridos amigos,
Hemos comenzado la semana en la que conmemoramos los terribles acontecimientos que llevaron a tan gran victoria. Recordamos la entrada triunfal en Jerusalén de Jesús, Cristo Rey, entrando a Su ciudad montado en un burrito y alabado por todos a su paso. Él es el Rey de la Paz entrando en la ciudad de la paz que, en unos días más, manifestará la ira de este mundo hacia Aquel que es la Paz, el Amor y la Misericordia encarnada.
Durante esta semana nos adentramos en los misterios de los cuales brota nuestra fe. El Jueves Santo estamos en el aposento alto con Jesús y Sus discípulos, cuando Él instituye el sacerdocio y la Eucaristía. Él les dice: "Hagan ustedes como yo he hecho". Y más tarde: "Tomen y coman, porque esto es mi Cuerpo, que será entregado por ustedes". Él les ayuda a recordar las cosas que Él ha hecho. El maravilloso testimonio del amor del Padre se les dio a ellos en la persona de Cristo mientras Él caminaba con ellos por toda Galilea y ahora se hace íntimamente presente para ellos cuando Él les lava los pies. Después de esta manifestación de Su gran y humilde amor por sus discípulos, Él les entrega el Sacramento de Su Amor, Su Cuerpo y Su Sangre. ¿Pero cómo podría Él hacerlo? Nadie antes había oído hablar de tal cosa. ¡Qué maravilloso es este misterio de Su Amor, que Él nos da su propia vida: Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad.
El Viernes Santo nosotros estamos ahí. Estamos ahí cuando crucificaron a Nuestro Señor. Llegamos ante la cruz y veneramos el madero en el que nuestro Salvador murió por amor a nosotros. Entramos en el sufrimiento con nuestra Señora mientras ella está en silencio al pie de la cruz. Escuchamos a nuestro Señor perdonar a Sus perseguidores, "Perdónalos Padre, porque no saben lo que hacen". ¡Qué poderosas son estas palabras de perdón al oírlas cuando las dice a nosotros por todas las muchas ofensas que hemos cometido contra Él.
El Sábado Santo entramos en el silencio de la tumba. Es oscura y en absoluto silencio. Todo parece perdido; sin embargo, algo es diferente, y cambiará para siempre. En profundo dolor ponderamos la pasión y muerte de nuestro Señor.
Luego en la Vigilia Pascual, en la quietud de la noche, llegamos a ver la luz, la columna de fuego que disipará toda oscuridad y nos llevará a la gloria de la resurrección.
Venga y viva los maravillosos misterios de nuestra salvación.
Padre Jack D. Shrum