Queridos amigos,
La Cuaresma es un buen momento para un poco de R & R, Rrepentimiento y Reconciliación. Cuando comencé a leer el libro del Arzobispo Sartain llamado Una Peregrinación de Cuaresma (A Lenten Pilgrimage), me atrajo desde el principio como él describe la práctica monástica ortodoxa de la lectura de La Escalera del Ascenso Divino, de San Juan Clímaco. Nunca he leído esa obra pero he oído hablar de él como uno de los clásicos esenciales en la vida espiritual. La definición que San Juan nos da del arrepentimiento se me quedará grabada, como le pasó al Arzobispo Sartain: "El arrepentimiento es la renovación del bautismo y una alianza con Dios para un nuevo comienzo en la vida... Es fruto de la esperanza y un negarse a la desesperación." Esta es una gran definición de arrepentimiento, ya que no es fácil, pero es con esperanza que lo hacemos. Si cedemos ante el enemigo y sus mentiras que dicen: no vale la pena, duele demasiado recordarlo de nuevo, no es tan gran cosa, de todos modos no importa si usted va a la confesión, etc., entonces estamos cayendo en la desesperación, que el arrepentimiento niega y conquista. Cada vez que vamos a la confesión, tenemos la oportunidad de renovar nuestro bautismo. La gracia santificante que fue derramada por nosotros en la pila bautismal y que nos limpia del pecado original es una vez más derramada sobre nosotros y la gracia de nuestro bautismo se agita en nuestros corazones para que podamos crecer como hijos de Dios y llegar a conocer más y más cada vez lo que Dios nos está llamando a ser. Cada encuentro con Jesús en el confesionario tiene un gran potencial y la capacidad de hacernos más conscientes de su gracia e inspiración para vivir y amar como Dios quiere, como sus hijos amados, y así ser auténticos y valientes testigos de la esperanza, por nuestra fe en Él y el amor que Él tiene para nosotros. Esto es sobre lo que el Papa Francisco reflexionó el Domingo pasado en el Ángelus y lo comparto con ustedes aquí:
“En este tiempo de Cuaresma nos estamos preparando para la celebración de la Pascua, donde renovaremos las promesas de nuestro Bautismo. Caminemos por el mundo como Jesús y hagamos de toda nuestra existencia un signo de su amor por nuestros hermanos, especialmente los más débiles y los más pobres, nosotros construimos a Dios un templo en nuestra vida. Y de esta manera lo hacemos “encontrable” para tantas personas que encontramos en nuestro camino. Si somos testimonios de este Cristo vivo, mucha gente encontrará a Jesús en nosotros, en nuestro testimonio. Pero – nos preguntamos y cada uno de nosotros se puede preguntar – ¿en mi vida el Señor se siente verdaderamente a casa?. ¿Lo dejamos hacer “limpieza” en nuestro corazón y expulsar a los ídolos, o sea aquellas actitudes de codicia, celos, mundanidad, envidia, odio, aquella costumbre de hablar mal de los otros? ¿Lo dejo hacer limpieza de todos los comportamientos contra Dios, contra el prójimo y contra nosotros mismos, como hoy hemos escuchado en la primera Lectura? Cada uno se puede responder, en silencio en su corazón: “¿Dejo que Jesús haga un poco de limpieza en mi corazón?”. “¡Padre, tengo miedo que me apalee!”. Jesús jamás apalea. Jesús limpiará con ternura, con misericordia, con amor. La misericordia es su manera de limpiar. Dejemos, cada uno de nosotros, dejemos que el Señor entre con su misericordia – no con el látigo, sino con su misericordia – a hacer limpieza en nuestros corazones. El látigo de Jesús es su misericordia. Abrámosle la puerta para que limpie un poco. Cada Eucaristía que celebramos con fe nos hace crecer como templo vivo del Señor, gracias a la comunión con su Cuerpo crucificado y resucitado. Jesús conoce aquello que hay en cada uno de nosotros, y conoce también nuestro más ardiente anhelo: ser habitado por Él, sólo por Él. Dejémoslo entrar en nuestra vida, en nuestra familia, en nuestros corazones. Que María Santísima, morada privilegiada del Hijo de Dios, nos acompañe y nos sostenga en el itinerario cuaresmal, para que podamos redescubrir la belleza del encuentro con Cristo, el Único que nos libra y nos salva.”
Al entrar en la recta final hacia la Pascua, los animo a venir y experimentar la misericordia de Dios en el confesionario y así tener sus corazones listos para celebrar "con el gozo de habernos purificado" (Prefacio I de Cuaresma) el gran día de nuestra salvación.
Padre Jack D. Shrum