Queridos amigos,
Quiero continuar con el tema de la carta de Sarah Bartel de la semana pasada compartiendo con ustedes una reflexión sobre la Planificación Familiar Natural escrita por un hombre. Citando al Obispo Galeone en mi homilía de la semana pasada, mencioné algunos de los efectos secundarios que el Papa Pablo VI predijo si se extendía la anticoncepción: el aumento de la infidelidad conyugal; una degradación general de la moralidad, especialmente entre los jóvenes; maridos que ven a sus esposas como meros objetos sexuales. Al confiar en Dios, podemos empezar a sanar estas tendencias y mostrar a nuestros hijos lo que de verdad es amarse y respetarse mutuamente. Nosotros, los hombres, tenemos una gran responsabilidad en este aspecto y Dios nos está llamando a ser la luz, iluminando los oscuros caminos del mundo con respecto a la sexualidad. Dios tiene reservado para nosotros mucho más de lo que podemos imaginar, si tan solo confiamos en Él.
¡Sé para ella como un San José!
por Tom Mealey.
Cuando recién nos casamos, mi esposa Misty y yo éramos una típica pareja, sin religión. Confiábamos en la anticoncepción hormonal, artificial. Pero por sus malos efectos secundarios, eso no duró mucho. Misty se enteró de la Planificación Familiar Natural (PFN) por medio de una amiga católica. Reconozco que desconfié de todo ese “abracadabra” con termómetros en las oscuras horas del amanecer y observaciones que se anotaban con símbolos enigmáticos en la gráfica de la PFN. Todo eso cambiaría de forma sorprendente una vez que nos acostumbramos al estilo de vida de la PFN.
Antes de tener hijos, Misty había sido atea y yo un agnóstico. Con nuestro primer hijo, el milagro de la vida nos produjo un despertar espiritual. Nos dimos cuenta de que el Espíritu Santo nos había guiado a una vida católica. Sin embargo, incluso después de nuestra conversión, la PFN enriqueció la relación entre nosotros y con Dios de maneras que nunca habíamos esperado. Estudiamos la “Teología del Cuerpo” en la catequesis de Juan Pablo II y nos entusiasmamos por vivir nuestra fe y compartirla. Fue emocionante aprender las poderosas razones en las que se basan las hermosas enseñanzas de la Iglesia sobre el sexo y el matrimonio.
Para mi gran sorpresa, también aprendí que mi esposa agradecía enormemente mi deseo de entender cómo funcionaba su cuerpo. Compartí la responsabilidad de planificar nuestra familia y también encontré formas diferentes para expresarle mi afecto e intimidad cuando teníamos buenos motivos para postergar un embarazo. Esto fortaleció nuestro matrimonio y me hizo un mejor marido y padre.
Cuando nos hicimos católicos, supe que quería ser el guía espiritual de nuestra familia, pero no comprendía qué implicaba eso además de llevar a nuestros hijos a misa los domingos. Por medio de la PFN y la Sagrada Escritura, descubrí que yo tenía la oportunidad de elegir qué tipo de hombre quería yo ser.