¡Qué hermosa es tu morada, Señor omnipotente!
Mi alma suspira y desfallece por los atrios del Señor, mi corazón y mi carne se entusiasman en busca del Dios vivo.
Hasta el gorrión ha encontrado una casa y la golondrina un nido donde poner sus polluelos:
tus altares, Señor omnipotente, rey mío y Dios mío.
Dichosos los que viven en tu casa y están siempre alabándote.
Salmo 84
Queridos amigos,
Este maravilloso fin de semana una vez más celebramos la Dedicación del edificio que llamamos Iglesia Católica de San Andrés. Este es el XV Aniversario de la Dedicación, cuando el Arzobispo Brunett vino a consagrar este edificio, convirtiéndolo así en una morada de Dios, el Señor de los Ejércitos. Semana tras semana al celebrar la vida que Dios comparte con nosotros en este edificio, mi corazón se eleva y anhela, al igual que el salmista, estar ante los tribunales de Dios, para experimentar su morada eterna. Pero creo que aún falta mucho para eso. Puede que falte algo de tiempo para que pueda llegar a ver el esplendor de Su rostro, cuando Él venga por mí; sin embargo, aquí vemos más y más con los ojos de la fe las cosas maravillosas que Él tiene para aquellos que ponen su esperanza en Él. Él ha venido a habitar con nosotros, a hacer Su morada con nosotros; más aún, Él habita en nosotros, al convertirnos en sagrarios vivientes cuando lo hemos recibido en la Eucaristía. ¡Qué asombroso es este misterio!
Esperando el final de esta jornada, tengo muy presente que todos somos peregrinos en camino a la Tierra Prometida, como los israelitas de la antigüedad. Tuve una clarísima comprensión de esto cuando empecé la última etapa del Camino de Santiago. Después de 5 días y cerca de 125 kilómetros, mis pies estaban llenos de ampollas, mi rodilla me estaba matando y cada paso era bastante doloroso. Anhelaba el final del camino. Estabamps en el último tramo y ya habíamos llegado a Compostela, pero no sabíamos dónde estaba la catedral. En los viejos tiempos uno podía ver la catedral desde lejos, ya que era el edificio más alto. Ahora ya no es así. Recorrimos las calles en busca de alguna señal de la catedral y finalmente llegamos. Inmediatamente aventé mi pesada mochila en la puerta. Ni siquiera me importaba si alguien se la robaba. Luego entré en la hermosa iglesia, eufórico porque finalmente había llegado. Tenía marcas de salitre en mi camisa y estoy seguro de que olía bastante mal, pero no importaba. Yo había llegado. Entonces fui hasta la estatua de Santiago y le di un gran abrazo, apoyando mi cabeza en su hombro por un momento. Entonces fui a su tumba y me arrodillé a orar con el patrono de nuestra Arquidiócesis y le agradecí su ayuda e intercesión.
Sólo puedo imaginar como podría ser el llegar finalmente a la patria celestial, pero no puedo esperar para aventar las cargas de esta vida y conocer el gozo de estar con el Señor para siempre. Esto le da forma y vivifica mi existencia todos los días y es por eso que realmente disfruto haciendo peregrinaciones. En poco tiempo voy a salir con 30 peregrinos a Francia para visitar los lugares santos y los santos que están enterrados allí. Vamos a salir de los EE.UU. el 8 de Septiembre, cumpleaños de la Virgen, y llegaremos primero a París para visitar Notre Dame, San Vicente de Paúl, Santa Catalina Labouré y muchos más lugares de interés. Luego iremos a Lisieux para visitar Santa Teresa. Más adelante visitaremos Santa Bernadette, Santa María Margarita, San Juan María Vianney (el patron de los párrocos, no puedo esperar para pasar un rato con él), y finalmente vamos a terminar en Lourdes con Nuestra Señora. Los extrañaré y estaré orando por ustedes en cada paso del camino. Si usted desea, yo puedo llevar sus oraciones o intenciones especiales conmigo; solo déjelas en la oficina. Voy a colocarlas ante el altar en todos los santos lugares en los que me permitan celebrar Misa y finalmente las dejaré en Lourdes, bajo el cuidado de Nuestra Señora.
Que ella nos guíe a todos salvos a casa.
Padre Jack D. Shrum