Queridos amigos,
Me encanta esta época del año (bueno, me encanta todo el año por aquí), y aún más ahora que después de la canonización del Papa San Juan Pablo II, se celebra su fiesta el 22 de Octubre. Voy a desviarme de mis reflexiones sobre Francia esta semana, para recordar la peregrinación a Polonia y las muchas veces que pude ver al gran Papa de mi juventud (uno es considerado un joven o adulto joven hasta cerca de los 35 años). Él fue Papa desde que yo tenía 1 año de edad hasta mis 28 años. Yo no sabía en realidad quién era él hasta que tuve la oportunidad de estudiar en el extranjero en Florencia, Italia en el año 2000. Esa experiencia me abrió una nueva forma de ver el mundo con la Iglesia y su pontífice en el centro.
Tuve la bendición de tener la oportunidad de visitar Roma durante mis estudios en Florencia y ahí tuve la oportunidad de asistir a la misa el día de Todos los Santos en la Plaza de San Pedro con San Juan Pablo II. Como he relatado antes, nunca me he sentido una sensación tan intensa al conocer a otra persona en mi vida. Su presencia me conmovió hasta las lágrimas al pasar junto a nosotros en la procesión hacia el altar para comenzar la misa. Al dirigirnos al Papa lo llamamos Su Santidad. La santidad de JPII emanaba de su persona y tocó a millones de personas. Tuve la oportunidad de verlo a él entonces en 4 o 5 más ocasiones en Roma. Cada ocasión fue especial y única.
En 2012, en nuestra peregrinación a Polonia, tuvimos la oportunidad de visitar su casa natal al sur de Cracovia, la ciudad de Wadowice. Era una ciudad pequeña y hermosa que ha crecido mucho desde su nacimiento debido a su popularidad y los miles de peregrinos que la visitan ahora cada año. Visitamos la iglesia parroquial donde fue bautizado Karol Józef Wojtyła. Me encanta orar en las pilas bautismales de los santos, ya que nos recuerda sus humildes comienzos y que cada uno de nosotros está llamado, desde nuestro bautismo, a ser santos, hijos de Dios. En la iglesia hay una bella imagen de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, ante la que San JPII oró casi a diario. A la edad de 8 su madre Emilia murió durante el parto. Karol, su padre, llevó a su hijo a la ermita de Calvaria (Calvario), no lejos de su casa. También visitamos este hermoso santuario dedicado a la pasión y muerte de nuestro Señor. Ahí el padre del joven Karol lo llevó a la imagen de Nuestra Señora de Calvaria y le dijo a su hijo: "Ahora ella es tu madre." El joven Karol tomó esto en serio y dedicó su vida a ella, ya que sabía que no había manera más segura de llegar a Jesús que por la amorosa y gentil guía de su Santísima Madre.
Poco después de la muerte de su madre, su hermano mayor Edmund murió. Él era un médico y contrajo una enfermedad de alguien que estaba tratando. Luego, a la edad de 18 años, los nazis invadieron Polonia y no mucho después de eso, cuando tenía 20 años, su padre murió. Él mismo dijo que a la edad de 20 había perdido todas las personas que estaban más cerca de él, pero eso no lo amargó, sino que lo convirtió en el hombre de fe que llegamos a conocer. Él tenía una gran esperanza en Aquel que dijo: "... y he aquí yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mateo 28:20). Con gran confianza en su salvador, el joven Karol se convirtió en un sacerdote, luego obispo, y luego Papa Juan Pablo II. Durante la Misa de inauguración el 22 de Octubre de 1978 se hizo eco de las palabras audaces de Cristo ante la presencia del mal, "¡No tengan miedo!" Él se haría eco de esta frase hasta su muerte, dando esperanza a un mundo en tinieblas.
Los planes de Dios ciertamente no son los nuestros y si confiamos en Él, quien sabe a dónde nos llevará. San JPII pasaba horas de rodillas en oración ante el Santísimo Sacramento. Él fue a la confesión cada semana (o con mayor frecuencia; he escuchado que diariamente). Él confió en Dios y en sus promesas con todo su corazón. Esto le dio el espíritu audaz que tocó las vidas de tantas personas, incluyendo la mía. Confiando su sacerdocio a las manos amorosas de Nuestra Señora, tomó por su lema episcopal, "Totus Tuus", las primeras palabras de una frase en los escritos de San Luis María de Montfort, que dice, "pertenezco enteramente a Vos, y todo lo que tengo es tuyo. Te tomo por mi todo. Oh María, dame tu corazón."
Que con amorosa confianza podamos poner nuestras vidas, nuestras familias, nuestra iglesia, nuestro mundo en las manos amorosas de Nuestra Señora.
Totus Tuus