Queridos amigos,
Rezo para que al leer esta carta se encuentren bien y disfrutando de nuestro verano. Sinceramente, creo que el Oeste de Washington es uno de los lugares más bellos del mundo durante estos meses.
A su regreso de Río, el Papa Francisco entretuvo a la prensa en el avión con una franca conversación, respondiendo directamente a sus preguntas, sin una agenda preparada. La prensa le preguntó principalmente acerca de lo que es más actual y más escandaloso. Le preguntaron sobre el escándalo del Banco del Vaticano, lo cual el Papa contestó abiertamente. También le preguntaron sobre el papel de las mujeres en la Iglesia, específicamente sobre su ordenación, y el Santo Padre respondió recordando lo que el Beato Juan Pablo II había declarado definitivamente no hace mucho tiempo, y afirmando la enseñanza de la Iglesia sobre el sacerdocio masculino. Sin embargo, la respuesta que recibió la mayor atención es sobre el "lobby gay", en el Vaticano.
En su respuesta el Papa Francisco dijo: "Si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgar a esa persona?" Los medios de comunicación tomaron esa declaración fuera de contexto y comenzaron a sacar conclusiones que el Papa no mencionó. Muchos escucharon estas palabras, sin embargo, y dejaron un impacto. No es nada nuevo en la doctrina Católica y es consistente con las enseñanzas de la Iglesia a través de los siglos. Aquí está la pregunta y la respuesta completa del Santo Padre:
- Quiero hacerle una pregunta un poco delicada. La historia de monseñor Ricca ha dado la vuelta al mundo, quería saber cómo va afrontar este asunto y todo lo relacionado con el lobby gay en el Vaticano.
- Con respecto a monseñor Ricca, he hecho lo que el derecho canónico manda hacer, que es la investigación previa. Y esta investigación no dice nada de lo que se ha publicado. No hemos encontrado nada. Pero yo querría añadir una cosa sobre esto.
Yo pienso que tantas veces en la Iglesia, con relación a este caso y a otros casos, se va a buscar los pecados de juventud, por ejemplo. Y se publican. Pero si una persona –laica, cura, o monja— comete un pecado y luego se arrepiente, el Señor la perdona. Y cuando el Señor perdona, olvida. Y esto para nuestra vida es importante. Cuando confesamos, el señor perdona y olvida. Y nosotros no tenemos derecho a no olvidar. Porque corremos el riesgo de que el Señor no se olvide de lo nuestro. Es un peligro. Lo importante es hacer una teología del pecado. Muchas veces pienso en San Pedro. Hizo de los peores pecados, renegar de Cristo. Y con ese pecado lo hicieron Papa. Y respondiendo a su otra pregunta concreta, hemos hecho la investigación previa y no hemos encontrado nada. Luego usted hablaba del lobby gay. Se escribe mucho del lobby gay. Todavía no me encontrado con ninguno que me dé el carné de identidad en el Vaticano donde lo diga. Dicen que los hay. Cuando uno se encuentra con una persona así, debe distinguir entre el hecho de ser gay del hecho de hacer lobby, porque ningún lobby es bueno. Si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para criticarlo? El catecismo de la Iglesia católica lo explica de forma muy bella esto. Dice que no se deben marginar a estas personas por eso. Hay que integrarlas en la sociedad. El problema no es tener esta tendencia. Debemos ser hermanos. El problema es hacer un lobby. De esta tendencia o lobby de los avaros, de los políticos, de los masones. Tantos lobbies. Este el problema más grande. Le agradezco tanto que me haya hecho esta pregunta. Gracias a todos (http://www.diocesisdelurin.org/editorial/box321.html).
El Papa Francisco maravillosamente pone las cosas en perspectiva. Él hizo lo que la Iglesia pide en el caso de Monseñor Ricca y distingue entre los pecados de la persona y la persona misma. Sobre todo respecto a los pecados del pasado, la Iglesia cree en el perdón y la reconciliación, y llama a todos sus hijos a ser conscientes de su verdadera dignidad de hijos de Dios. Tan pronto como etiquetamos a alguien o lo definimos por su raza, color, sexualidad, etc. no reconocemos la verdadera dignidad de la persona. Como cristianos somos hijos amados de Dios, bautizados en Cristo Jesús, su Hijo amado. Esta gran verdad, sobre todo, define quiénes somos y cómo nos relacionamos con los demás, como el Papa Francisco nos está mostrando.
Pax,
Padre Jack D. Shrum