La libertad religiosa en los Estados Unidos
Por Sarah Bartel (un feligrés de San Andrés) para la Agencia Católica de Noticias
Antes de regresar a mi lugar de origen, en el Noroeste, visité la histórica Ciudad de St. Mary, en el sur de Maryland con mis hijas. Ellas disfrutaron mucho platicando con actores vestidos con atuendo colonial, corriendo encima de un cañón, y explorando la cabina del Maryland Dove, diseñada como un barco mercante del siglo 17. Miramos rosarios antiguos desenterrados por los arqueólogos, caminamos en la capilla de ladrillo reconstruida que se encuentra en el sitio de la primera iglesia católica en las colonias inglesas, y reflexionamos sobre las vidas de aquellos que vivieron, trabajaron, oraron, y murieron en ese suelo. Me conmovió profundamente estar en el lugar de nacimiento de la libertad religiosa en nuestro país. Cuando 150 católicos ingleses y protestantes se establecieron en Maryland en 1634, los católicos estaban sufriendo persecución en Inglaterra. La persecución comenzó cuando el Rey Enrique VIII trató de presionar las conciencias católicas para doblegarse ante la cuestión de la indisolubilidad del matrimonio. La Ley de Tolerancia de Maryland de 1649 permitió a los católicos vivir libres de la persecución de los ingleses, haciendo de Maryland una de las dos colonias en las que a los católicos se les permitió practicar su fe (Pennsylvania era la otra). La ley fue revocada en 1654, restaurada, y revocada de nuevo en 1692. Los católicos de Maryland sufrieron períodos de persecución en la que se prohibió la práctica pública de la fe. A los católicos se les prohibió asistir a la misa fuera de sus hogares, ejercer cargos públicos, ejercer la abogacía, la enseñanza, y la votación. Durante más de cien años, algunos sacerdotes lo suficientemente valientes como para entrar en las Colonias lo hicieron a escondidas. No fue sino hasta la Declaración de Independencia, el 4 de julio de 1776, que los católicos en Maryland recuperaron la libertad religiosa. La Ley de Tolerancia de Maryland con el tiempo se convirtió en la base de la Primera Enmienda de nuestra Declaración de Derechos, nuestra base constitucional para la libertad de religión.
Al igual que en los días del rey Enrique, el matrimonio y la sexualidad están de nuevo en el centro de muchas de las actuales amenazas a la libertad religiosa. El mandato de anticonceptivos del Departamento de Salud y Servicios Humanos, por ejemplo, niega a las instituciones católicas, como los ministerios diocesanos, hospitales, servicios sociales, escuelas y universidades la protección de conciencia permitida a un grupo limitado de instituciones religiosas, restringiendo la definición de "institución religiosa" a sólo las iglesias y sus empleados directos. La Iglesia –iniciadora de los hospitales y las universidades- ha ofrecido siempre la atención y el servicio al público como una manera de seguir el llamado de Cristo para compartir su amor con todos. La Iglesia no puede ser separada de sus ministerios. Este mandato requiere que estas instituciones católicas violen su propia ética, proporcionando anticonceptivos artificiales a sus empleados, incluyendo abortivos como la píldora del día después y los dispositivos intrauterinos. La negativa a cumplir resultaría en multas y sanciones paralizantes. Del mismo modo, las empresas familiares religiosas que se oponen a la anticoncepción, la esterilización, los anticonceptivos o abortivos deben elegir entre renunciar a sus profundas creencias religiosas o enfrentar multas y hasta el cierre de negocios.
Como el Obispo William Lori declaró en "La Parábola del Kosher Deli", esto es similar a exigir a Judíos ortodoxos practicantes que ofrezcan bocadillos de jamón en sus clientes. ("Pero el cerdo es bueno para ti," hipotéticos partidarios argumentan. "Es, después de todo, la otra carne blanca". Otros pueden decir, "Muchos Judíos comen carne de cerdo, y los que no deberían adaptarse a los tiempos.")
Los Padres Fundadores tenían clara la importancia de los derechos de conciencia. En 1792, James Madison escribió que la conciencia es "la más sagrada de todas las propiedades." Thomas Jefferson escribió a las religiosas que servían en Louisiana que la Constitución protege la libertad de su ministerio "a gobernarse según sus propias normas voluntarias, sin la interferencia de las autoridad civiles". La decisión del Tribunal Supremo en relación con el mandato de anticonceptivos HHS para las empresas religiosas de la familia está pendiente mientras escribo. De cualquier manera que se decidan los casos Sebelius vs Hobby Lobby y Conestoga Wood Specialties vs Sebelius, es claro que los desafíos a la libertad religiosa no disminuirá en el corto plazo. Y el matrimonio seguirá siendo el asunto clave de muchos de estos desafíos.
La enseñanza radical de Cristo sobre el plan de Dios para el matrimonio "desde el principio" desafía a los valores de la revolución sexual iniciada en la década de 1960 que ahora son aceptados ampliamente como la norma cultural. Habilitado por una mentalidad anticonceptiva, estos nuevos valores sexuales tratan de "separar" lo que "Dios ha unido" (Mateo 19: 3-9): la procreación y el sexo, el sexo y el matrimonio, y el matrimonio y la diferencia sexual entre hombre y mujer. La buena noticia es que somos una parte de la historia viva de nuestro país. Por tercer año consecutivo, nuestros obispos estadounidenses están pidiendo una Quincena por la Libertad llena de "oración, estudio, catequésis y acción pública" para resaltar "tanto nuestra herencia cristiana como americana de la libertad," a partir del 21 de junio y culminando el 4 de Julio. En estos días se incluyen las fiestas de los mártires que se enfrentaron a la persecución del poder político. Tres de ellos dieron sus vidas defendiendo las leyes de Dios sobre el matrimonio - San John Fisher, Santo Tomás Moro y San Juan Bautista.
Mientras mis hijas jóvenes exploran los senderos y exhibiciones de la histórica ciudad de St. Mary, pienso no sólo sobre el pasado, sino también sobre el futuro. ¿Cómo será la Iglesia católica en Estados Unidos a lo largo de sus vidas? ¿Para sus nietos? Ojalá que una efusión de oración, activismo y educación en materia de libertad religiosa iluminen nuestra Iglesia como los fuegos artificiales iluminan el cielo la noche del 4 de Julio. Que podamos implorar a María, la Inmaculada Concepción, patrona de nuestro país, para que interceda por nuestra libertad religiosa. Que nunca tomemos a la ligera nuestro derecho a practicar abierta, pública y orgullosamente nuestra fe - no sólo en la intimidad de nuestros hogares y en la iglesia el domingo, sino en la manera en que manejamos nuestras empresas familiares y las instituciones basadas en la fe que sirven al público en general. Y hagamos todo lo posible para preservar ese derecho para las generaciones futuras.